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24-02-2023
Al comenzar el año... reflexiones en torno a la educación sexual integral
A lo largo del Siglo XX, el mundo occidental conoció un bagaje de nuevas corrientes de pensamiento respecto a la sexualidad, que fragmentó y trivializó la rica complejidad de la sexualidad humana en cuanto don personal abierto a la vida.
Es difícil pensar la educación sexual en una época en que la sexualidad tiende a banalizarse y a empobrecerse. Solo podría entenderse en el marco de una educación para el amor, para la donación mutua. El contexto cultural actual hace necesaria la intervención educativa en el ámbito de la afectividad y educación sexual integral.
En nuestro país, el 4 de octubre de 2006, fue sancionada la Ley 26.150 que estableció que, todos los educandos tienen derecho a recibir educación sexual integral en los establecimientos educativos públicos, de gestión estatal y privada de las jurisdicciones nacional, provincial, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y municipal. (Promulgada: octubre 23 de 2006)
EL 9 de mayo de 2012 fue aprobada la Ley de IDENTIDAD DE GÉNERO- Ley 26.743 donde se establece el derecho a la identidad de género de las personas. (Promulgada: mayo 23 de 2012).
El magisterio de la Iglesia advierte en la actualidad sobre el riesgo de ciertas posturas ideológicas, que pretenden imponerse como un pensamiento único. Entre ellas la denominada “ideología de género”, donde el género es pensado como una actuación multivalente, fluida y autoconstruida independientemente de la biología, por lo que la identidad propia podría diseñarse de acuerdo al deseo autónomo de cada persona.
¿POR QUÉ ES NECESARIA UNA EDUCACIÓN DE LA AFECTIVIDAD Y DE LA SEXUALIDAD?
El Catecismo de la Iglesia Católica dice, 'La sexualidad abraza todos los aspectos de la persona humana' (n. 2332).
En un Discurso al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, el 10 de enero de 2011, Benedicto XVI expresaba: Se difunde cada vez más la conciencia de que estamos frente a una verdadera y propia emergencia educativa, en particular por lo que concierne a los temas de afectividad y sexualidad. En muchos casos han sido estructurados y propuestos caminos educativos que «transmiten una concepción de la persona y de la vida pretendidamente neutra, pero que en realidad reflejan una antropología contraria a la fe y a la justa razón».
Y en DIOS Y EL MUNDO: UNA CONVERSACION CON PETER SEEWALD, Benedicto XVI decía:
Con el ateísmo, el hombre moderno pretendió negar la existencia de una instancia exterior que le dice algo sobre la verdad de sí mismo, sobre lo bueno y sobre lo malo.
Con el materialismo, el hombre moderno intentó negar sus propias exigencias y su propia libertad, rasgos esenciales que nacen de su condición espiritual.
Ahora, con la ideología de género el hombre moderno pretende librarse incluso de las exigencias de su propio cuerpo: se considera un ser autónomo que se construye a sí mismo; una pura voluntad que se auto crea y se convierte en un dios para sí mismo.
A lo largo de su pontificado el Papa Francisco ha tenido muchas intervenciones y claras advertencias sobre la ideología de género. En su esfuerzo por dialogar con la realidad actual y en el intento siempre renovado por proponer el evangelio de la vida y de la familia, en la Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia, nos regala una aguda y luminosa reflexión sobre estos temas. Podemos leer en los números 280 - 286:
Sí a la educación sexual
280. El Concilio Vaticano II planteaba la necesidad de «una positiva y prudente educación sexual» que llegue a los niños y adolescentes conforme avanza su edad y teniendo en cuenta el progreso de la psicología, la pedagogía y la didáctica. Deberíamos preguntarnos si nuestras instituciones educativas han asumido este desafío. Es difícil pensar la educación sexual en una época en que la sexualidad tiende a banalizarse y a empobrecerse. Sólo podría entenderse en el marco de una educación para el amor, para la donación mutua. De esa manera, el lenguaje de la sexualidad no se ve tristemente empobrecido, sino iluminado. El impulso sexual puede ser cultivado en un camino de autoconocimiento y en el desarrollo de una capacidad de autodominio, que pueden ayudar a sacar a la luz capacidades preciosas de gozo y de encuentro amoroso.
281. La educación sexual brinda información, pero sin olvidar que los niños y los jóvenes no han alcanzado una madurez plena. La información debe llegar en el momento apropiado y de una manera adecuada a la etapa que viven. No sirve saturarlos de datos sin el desarrollo de un sentido crítico ante una invasión de propuestas, ante la pornografía descontrolada y la sobrecarga de estímulos que pueden mutilar la sexualidad. Los jóvenes deben poder advertir que están bombardeados por mensajes que no buscan su bien y su maduración. Hace falta ayudarles a reconocer y a buscar las influencias positivas, al mismo tiempo que toman distancia de todo lo que desfigura su capacidad de amar. Igualmente, debemos aceptar que la necesidad de un lenguaje nuevo y más adecuado se presenta especialmente en el tiempo de presentar a los niños y adolescentes el tema de la sexualidad.
282. Una educación sexual que cuide un sano pudor tiene un valor inmenso, aunque hoy algunos consideren que es una cuestión de otras épocas. Es una defensa natural de la persona que resguarda su interioridad y evita ser convertida en un puro objeto. Sin el pudor, podemos reducir el afecto y la sexualidad a obsesiones que nos concentran sólo en la genitalidad, en morbosidades que desfiguran nuestra capacidad de amar y en diversas formas de violencia sexual que nos llevan a ser tratados de modo inhumano o a dañar a otros.
283. Con frecuencia la educación sexual se concentra en la invitación a «cuidarse», procurando un «sexo seguro». Esta expresión transmite una actitud negativa hacia la finalidad procreativa natural de la sexualidad, como si un posible hijo fuera un enemigo del cual hay que protegerse. Así se promueve la agresividad narcisista en lugar de la acogida. Es irresponsable toda invitación a los adolescentes a que jueguen con sus cuerpos y deseos, como si tuvieran la madurez, los valores, el compromiso mutuo y los objetivos propios del matrimonio. De ese modo se los alienta alegremente a utilizar a otra persona como objeto de búsquedas compensatorias de carencias o de grandes límites. Es importante más bien enseñarles un camino en torno a las diversas expresiones del amor, al cuidado mutuo, a la ternura respetuosa, a la comunicación rica de sentido. Porque todo eso prepara para un don de sí íntegro y generoso que se expresará, luego de un compromiso público, en la entrega de los cuerpos. La unión sexual en el matrimonio aparecerá así como signo de un compromiso totalizante, enriquecido por todo el camino previo.
284. No hay que engañar a los jóvenes llevándoles a confundir los planos: la atracción crea, por un momento, la ilusión de la “unión”, pero, sin amor, tal unión deja a los desconocidos tan separados como antes. El lenguaje del cuerpo requiere el paciente aprendizaje que permite interpretar y educar los propios deseos para entregarse de verdad. Cuando se pretende entregar todo de golpe es posible que no se entregue nada. Una cosa es comprender las fragilidades de la edad o sus confusiones, y otra es alentar a los adolescentes a prolongar la inmadurez de su forma de amar. Pero ¿quién habla hoy de estas cosas? ¿Quién es capaz de tomarse en serio a los jóvenes? ¿Quién les ayuda a prepararse en serio para un amor grande y generoso? Se toma demasiado a la ligera la educación sexual.
285. La educación sexual debería incluir también el respeto y la valoración de la diferencia, que muestra a cada uno la posibilidad de superar el encierro en los propios límites para abrirse a la aceptación del otro. Más allá de las comprensibles dificultades que cada uno pueda vivir, hay que ayudar a aceptar el propio cuerpo tal como ha sido creado, porque una lógica de dominio sobre el propio cuerpo se transforma en una lógica a veces sutil de dominio sobre la creación [...] También la valoración del propio cuerpo en su femineidad o masculinidad es necesaria para reconocerse a sí mismo en el encuentro con el diferente. De este modo es posible aceptar gozosamente el don específico del otro o de la otra, obra del Dios creador, y enriquecerse recíprocamente. Sólo perdiéndole el miedo a la diferencia, uno puede terminar de liberarse de la inmanencia del propio ser y del embeleso por sí mismo. La educación sexual debe ayudar a aceptar el propio cuerpo, de manera que la persona no pretenda cancelar la diferencia sexual porque ya no sabe confrontarse con la misma.
286. Tampoco se puede ignorar que en la configuración del propio modo de ser, femenino o masculino, no confluyen sólo factores biológicos o genéticos, sino múltiples elementos que tienen que ver con el temperamento, la historia familiar, la cultura, las experiencias vividas, la formación recibida, las influencias de amigos, familiares y personas admiradas, y otras circunstancias concretas que exigen un esfuerzo de adaptación. Es verdad que no podemos separar lo que es masculino y femenino de la obra creada por Dios, que es anterior a todas nuestras decisiones y experiencias, donde hay elementos biológicos que es imposible ignorar. Pero también es verdad que lo masculino y lo femenino no son algo rígido. Por eso es posible, por ejemplo, que el modo de ser masculino del esposo pueda adaptarse de manera flexible a la situación laboral de la esposa. Asumir tareas domésticas o algunos aspectos de la crianza de los hijos no lo vuelven menos masculino ni significan un fracaso, una claudicación o una vergüenza. Hay que ayudar a los niños a aceptar con normalidad estos sanos «intercambios», que no quitan dignidad alguna a la figura paterna. La rigidez se convierte en una sobreactuación de lo masculino o femenino, y no educa a los niños y jóvenes para la reciprocidad encarnada en las condiciones reales del matrimonio. Esa rigidez, a su vez, puede impedir el desarrollo de las capacidades de cada uno, hasta el punto de llevar a considerar como poco masculino dedicarse al arte o a la danza y poco femenino desarrollar alguna tarea de conducción. Esto gracias a Dios ha cambiado, pero en algunos lugares ciertas concepciones inadecuadas siguen condicionando la legítima libertad y mutilando el auténtico desarrollo de la identidad concreta de los hijos o de sus potencialidades.
PARA REFLEXIONAR Y TRABAJAR
La pregunta que nos sugiere el Papa Francisco es por demás provocadora... ¿nuestras Instituciones educativas han asumido el desafío de abordar una educación sexual integral?
La escuela debe educar en la verdad, en el bien y en lo bello. Educar en el amor. Educar en la fe, despertando una experiencia viva de Jesucristo. Esto forma parte de nuestro ideario de escuela católica.
Y así, podrían seguir las preguntas... ¿cuál debe ser es el perfil de un docente, de un directivo y de un representante legal para una escuela católica? ¿Es decisivo el Ideario? ¿Qué pastoral estamos haciendo en nuestras escuelas?
El año pasado, algunas comunidades educativas recibieron de forma directa de las jefaturas regionales y de sus respectivos inspectores e inspectoras de la Provincia de Buenos Aires, un material, entre otros, para abordar pedagógicamente el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer que causó no poca perplejidad y desconcierto. También enojo e indignación.
Una imagen vale más que mil palabras dice el dicho popular,
y esto es lo que podemos analizar a continuación
El monstruo de tres patas que se viene perfeccionando hace siglos es el título que acompaña a esta ilustración.
Si uno coloca en Google o cualquier otro buscador la palabra monstruo encuentra entre otras cosas la definición de la palabra: ser que tiene alguna anormalidad impropia del orden natural y es de apariencia temible. Esta expresión fue utilizada también muchas veces en nuestras infancias para acudir al miedo y desde allí controlar. Es verdad que Anna Llenas hace unos años resignificó este término proponiendo una educación de las emociones: el monstruo de los colores, asumiendo así una nueva forma de entender la anormalidad y la apariencia terrible. También podemos mencionar, aunque todos lo sepan, que los monstruos son creación nuestra, queriendo materializar nuestros temores en una dimensión mítica o al mismo tiempo ridiculizar situaciones a las que no adherimos y deseamos al mismo tiempo quitar valor y sentido a su existencia.
Categorizar a la religión, desconociendo de forma profunda y respetada toda la dimensión religiosa de nuestro pueblo bonaerense, como parte de un sistema monstruoso, es en verdad una alarma y un llamado a la reflexión y a la crítica audaz. También al diálogo y a la construcción de fraternidad, sin renunciar a nuestra identidad. ¡Qué paradoja, en un día concreto donde se educa para la eliminación de la violencia, en este caso contra la mujer, proponer estas expresiones!
El pueblo argentino es profundamente religioso, y es fácil constatar como su piedad popular lo sostiene y ayuda frente a tantas crisis vividas. El hecho religioso como parte constitutiva del ser humano, la búsqueda de la trascendencia, el sentido de identidad, lejos está de una mirada monstruosa, de una realidad de apariencia terrible.
La educación es una gran obra en construcción, en la que la Iglesia desde siempre está presente con instituciones y proyectos propios. Hoy debemos incentivar este compromiso en todos los niveles y renovar la tarea de todos los sujetos que actúan en ella, nuestra patria lo necesita y mucho. Al iniciar un nuevo ciclo lectivo queremos desde el Consejo de Educación Católica de la Provincia de Buenos Aires agradecer todo el trabajo y empeño que cada día entregan en la misión de educar. Pedimos la bendición del Señor para las iniciativas y proyectos de este año, para todos los que hacen posible la Educación Católica en nuestra provincia, y de modo especial para todos los niños, niñas y jóvenes a los que servimos.
CONSEJO DE EDUCACION CATOLICA