Orientación Educativa y Pedagógica
03-07-2023
Faltan Docentes
¿Por qué cada vez es más difícil encontrar docentes de calidad?
No podemos negar que la calidad de la educación está estrechamente vinculada con la calidad de los docentes. Sin embargo, es evidente que cada vez es más difícil encontrar profesionales de la enseñanza que cumplan con estas características. Aunque es importante destacar que siempre existen docentes idóneos, apasionados y entusiastas, es necesario reconocer que no siempre esto representa la norma. Por otro lado, y muy preocupante también, es la certeza de que a medida que nos alejamos de la ciudad, notamos más dificultades tanto en la preparación de base de los docentes como en la evidente escasez de docentes para cubrir los cargos.
Existen numerosas razones que podrían explicar por qué cada vez hay menos docentes de calidad.
Uno de los factores clave es la falta de incentivos y reconocimiento. La labor educativa conlleva una gran responsabilidad y dedicación, pero no es una sorpresa que esto no es valorado adecuadamente por quienes nos gobiernan, y en muchos casos tampoco por la sociedad. Los bajos salarios, la falta de oportunidades de crecimiento profesional y las condiciones laborales precarias desmotivan a muchos profesionales talentosos. Esto lleva a que aquellos con vocación y habilidades excepcionales busquen alternativas laborales más gratificantes.
Lamentablemente, en muchos otros casos, la elección de la docencia no se basa en la vocación y el amor por la enseñanza, sino en la búsqueda de una salida laboral fácil, lo que a su vez impacta en la calidad de la enseñanza y aprendizaje por parte de los alumnos.
Además, y como es sabido, la formación docente enfrenta desafíos significativos. En algunos casos, los programas de formación no están suficientemente actualizados o no brindan las herramientas necesarias para enfrentar los desafíos contemporáneos de la educación. La falta de una evaluación rigurosa de los docentes puede perpetuar la presencia de profesionales poco preparados en las aulas. Estas deficiencias en la formación se traducen obviamente en una merma en la calidad educativa y en la desmotivación de aquellos docentes que desean mejorar y desarrollar su potencial.
Por otro lado, y como comentaba anteriormente, las diferencias entre las escuelas de ciudad, las del interior y las “del interior del interior”, es decir, aquellas más alejadas de las grandes ciudades, son notorias. En las grandes ciudades, donde se concentran los recursos y oportunidades, es más probable encontrar instituciones educativas con mayor acceso a infraestructuras adecuadas, recursos tecnológicos y programas de desarrollo profesional, lo que atrae a los mejores docentes. Sin embargo, en las zonas rurales o apartadas, la realidad es muy distinta. Las escuelas más alejadas de las grandes ciudades a menudo carecen de recursos básicos, enfrentan dificultades para retener a los docentes más calificados y tienen limitaciones en la implementación de metodologías pedagógicas innovadoras.
No podemos dejar de mencionar que, en el pasado, la figura del docente solía ser sinónimo de prestigio y autoridad en el ámbito educativo. Los docentes eran respetados y reconocidos por su labor de formar y guiar a las nuevas generaciones. Sin embargo, en la actualidad, lamentablemente, esa autoridad y prestigio han disminuido significativamente – y en muchos casos se ha extinguido.
La falta de respeto de algunas familias e inclusive de los alumnos hacia los docentes tiene un impacto significativo en su rol educativo. Cuando los docentes no son valorados o sus decisiones son constantemente cuestionadas, se crea un ambiente desafiante que dificulta su labor. Esta pérdida de autoridad docente genera un impacto negativo en la dinámica de la enseñanza, y afecta directamente el binomio enseñanza- aprendizaje.
La apatía y el desinterés de los alumnos, sumado a los niveles de violencia que se ven en algunas aulas, es otro factor desalentador que desmotiva a los docentes en su labor. En muchos casos, los estudiantes muestran falta de motivación para participar activamente en las clases, carecen de curiosidad por aprender y no valoran la importancia de la educación en sus vidas. Esta actitud apática genera un ambiente desalentador para los docentes, ya que se esfuerzan por captar la atención de sus alumnos y despertar su interés, pero se encuentran con la resistencia y la falta de compromiso, generando otro factor que “espanta” a los docentes más calificados y muchas veces los hace salirse del sistema.
La falta de docentes de calidad tiene un impacto negativo en la educación y en el futuro de los estudiantes. Una enseñanza deficiente limita las oportunidades de aprendizaje y las oportunidades a futuro de los alumnos. Asimismo, genera desigualdades educativas, ya que los estudiantes de escuelas con menos recursos o con docentes poco competentes enfrentan mayores desafíos para acceder a una educación de calidad y, por ende, a oportunidades de éxito futuro.
Este fenómeno que estamos viviendo también tiene un efecto perjudicial en la sociedad en su conjunto. Una educación deficiente contribuye a la pérdida de capital humano, ya que una fuerza docente con limitaciones no logra formar ciudadanos preparados y competentes que impulsen el desarrollo y progreso de la sociedad, lo que a la vez puede generar una brecha en el desarrollo regional, ya que las comunidades con escuelas de menor calidad tienen menos oportunidades de desarrollo socioeconómico.
Es importante destacar que abordar este problema requiere de una acción conjunta por parte del gobierno, las instituciones educativas y la sociedad en general. Es fundamental invertir en la formación y actualización continua de los docentes, brindándoles oportunidades de desarrollo profesional y reconocimiento adecuado a su labor. Asimismo, se deben establecer políticas que promuevan la equidad educativa, garantizando que todas las escuelas, independientemente de su ubicación geográfica, cuenten con los recursos necesarios para brindar una educación de calidad.
En este sentido, es esencial destinar recursos suficientes a la educación, priorizando la inversión en infraestructura, tecnología educativa, materiales didácticos y programas de capacitación docente. Por otro lado, se deben implementar mecanismos de acompañamiento, de evaluación y seguimiento efectivos para garantizar la calidad de la educación en todas las escuelas.
Tal vez el puntapié inicial sea fomentar una cultura de valoración y reconocimiento de la labor docente. Es decir, volver a dotar al docente del prestigio y respeto que tenía décadas atrás, a la vez de brindarle un entorno de trabajo que lo motive y retribuya adecuadamente.
La disminución de docentes de calidad es una problemática que requiere atención urgente. La falta de docentes competentes pone en riesgo el futuro de nuestros estudiantes. Es hora de tomar acción y revalorizar la educación, apostando por docentes de calidad que eduquen, inspiren y guíen a las nuevas generaciones. Nuestro futuro depende de ello, y no podemos permitir que la falta de acción perpetúe un sistema educativo que no cumple con las necesidades de nuestros estudiantes ni de nuestros docentes.
LAURA LEWIN – Autora, capacitadora y especialista en educación.