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14-02-2024

Educar en la cultura del encuentro y del cuidado

Este año volvemos a inaugurar un nuevo ciclo lectivo, llenos de esperanza que es la virtud necesaria de todo educador porque educar es un acto de esperanza.1.

Los educadores somos sembradores pacientes y alegres que sabemos que lo comenzamos hoy, dará frutos a largo plazo, quizás dentro de diez o quince años.

En la educación el largo plazo debe impregnar desde las prácticas pedagógicas del aula hasta las grandes políticas de Estado.

El largo plazo nos hace caer en la cuenta que el “tiempo es superior al espacio”2 y a los lugares. Por eso, la educación apuesta más al tiempo de una fecunda y perseverante enseñanza.

Pensar la educación a largo plazo nos ayuda a levantar la mirada más allá de las coyunturas y proponer caminos que transciendan la inmediatez y las urgencias de cada día.

El largo plazo nos permite soñar con la educación que queremos y buscar juntos consensos para alcanzarla.

Nos entusiasma la idea de emprender un camino juntos, donde la amistad social de lugar a la acción propositiva y confiada; abra la educación hacia una planificación a largo plazo superadora de todas las parcialidades.

El largo plazo en la educación nos ayuda a descubrir “que la unidad prevalece al conflicto”3 y que el horizonte al que queremos que lleguen nuestros alumnos está más allá de un maestro, un director, un ministro o un gobierno por eso se requiere consensuar juntos un camino y metas a las que arribar.

Todo conflicto está llamado a ser solucionado por medio del diálogo franco y sincero, despojado de toda ambición política y personal. En el horizonte de nuestra tarea siempre deben estar los alumnos, ellos son la razón por la cual elegimos esta hermosa vocación docente. Toda discusión esta llamada a desarrollarse teniendo nuestra mirada puesta en el derecho de los chicos de estar en la escuela.

Prioricemos este año las escuelas y las aulas con los chicos aprendiendo, dándoles prioridad por sobre los conflictos. Enseñemos a los alumnos lo más importante para su vida sabiendo que ellos no olvidarán a los sembradores que dejan huella.

Enseñemos la fraternidad para lograr una cultura del encuentro y caminemos juntos “Hacia un Pacto Educativo Argentino” donde lograremos juntos, como los padres de la patria, soñar la Argentina y proyectar una educación que forme ciudadanos libres y comprometidos para con el bien común.

La fraternidad nos guía para educar en una cultura del cuidado, sin la cual no puede haber una paz social que promueva la dignidad y de los derechos de la persona siempre en colaboración con la familia como primera escuela de vida. La cultura del cuidado nos lleva también a educar para la construcción del bien común y del cuidado de la creación.4

 

En el comienzo de este nuevo año de clases en nuestro país recordamos las palabras del Papa Francisco: “la educación constituye uno de los pilares más justos y solidarios de la sociedad”.5

A María de Luján, Madre y Educadora, le confiamos este nuevo ciclo lectivo.

 

 

 

 

Los obispos de la Comisión de Educación, Conferencia Episcopal Argentina.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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